Estadi Olímpic Lluís Companys, 12 de septiembre de 2025
La noche barcelonesa se vistió de un ambiente electrizante, a medio camino entre la euforia del hip hop y la melancolía del country rock. El Estadi Olímpic Lluís Companys se rindió a la «The BIG ASS World Tour», el espectáculo de un artista que ha desafiado cualquier etiqueta para crear su propio universo musical: Post Malone. Pero antes de que la estrella de la noche saliera al escenario, un huracán llamado Jelly Roll ya había conquistado el corazón del público.
Con una energía cruda y sincera, Jelly Roll, el telonero de lujo, se encargó de calentar los motores. Con un estilo que fusiona el rap con la emotividad del country, el artista de Nashville conectó de inmediato. Sus letras, cargadas de historias de superación, resuenan con una autenticidad que pocos logran. Temas como «Son of a Sinner» o «Save Me» crearon una atmósfera íntima y poderosa, como si un bar de carretera de Texas se hubiera teletransportado al corazón de Montjuïc. El público, que ya coreaba sus canciones, demostró que no era un simple «telonero», sino un compañero de viaje en esta aventura musical.
La espera por Post Malone se hizo corta gracias a esa actuación. Y cuando las luces se apagaron y las primeras notas de «Texas Tea» sonaron, el estadio estalló en un grito unánime. El escenario, despojado de grandes artilugios, se centró en lo que realmente importaba: la música y la presencia de Posty. Con un look desenfadado y su red solo cup en mano, Malone se movió por el escenario con una comodidad y cercanía que lo hacen único.
Lo que siguió fue un despliegue de éxitos que abarcó toda su carrera, demostrando la versatilidad de un artista que se siente igual de cómodo con un tema de hip hop que con una balada acústica. «I Fall Apart» hizo que el público se desgañitara en un coro masivo, mientras que la colaboración con su colega Jelly Roll en «Losers» se convirtió en uno de los momentos más conmovedores de la noche. Era la hermandad del «honky tonk» en su máxima expresión, uniendo géneros y demostrando que la música no tiene fronteras.
Pero no todo fue melancolía. El concierto fue una montaña rusa de emociones. Con «Pour Me a Drink» y «Dead at the Honky Tonk», y “Rockstar” mpaPosty nos llevó al lado más fiestero de su música. Y aquí llegó el momento estelar, con “I had some help” nos hizo botar y disfrutar. La euforia continuó con «Sunflower», que transformaron el estadio en una pista de baile gigante. Los móviles se alzaron para capturar el momento, pero la energía del lugar era tan palpable que era imposible no soltarse y disfrutar.
El final fue apoteósico. El concierto concluyó con «Congratulations», un himno a la perseverancia que resonó en cada rincón del estadio. No hubo confeti ni grandes artificios, sino el simple poder de una canción y la conexión con el público. Post Malone, sudando y con su inconfundible sonrisa, se despidió sin necesidad de un bis. El mensaje estaba claro: la mejor revancha es triunfar con tu propia voz, y esa noche, en el Estadi Olímpic, la victoria fue de Post Malone y de cada uno de sus fans. Fue una crónica de sudor, tatuajes y canciones perfectas, un testimonio de que la honestidad musical siempre encuentra su camino.







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